Las tres primas de mi esposa

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Las tres primas de mi esposa
Cuando comencé a estar de novio con Anita, ella tenía tres primas de más o menos nuestra edad, que eran muy unidas a mi futura esposa.

La mayor era Mariana; estaba bastante fuerte y me gustó desde que la conocí; pero nunca me animé a tirarle los galgos. Sabía que iba a rechazarme porque yo salía con su prima y además, la pendeja iba a contarle seguramente a todo el mundo que yo era un zarpado…
De todos modos, a ella la veía interesada en mí; se le notaba en la mirada.

La del medio era Laura; también era muy sexy y ya en esa época tenía un novio que se la cogía y eso me provocaba un tremendo morbo…

Y la menor era Verónica; quien era la más suelta de las tres, pero no tan atractiva como las dos mayores; aunque era muy entradora y simpática…

Unos años después, ya casado con Anita, volví a encontrarme con las tres.

Mariana se había casado también y tuvo varios hijos. Físicamente era un desastre. No se llevaba bien con su marido y se convirtió en una mujer dejada y conformista; por lo que perdí mi juvenil interés sexual por ella.

Laura era otra cosa. Seguía soltera, pero cambiaba más novios que tangas. Había mejorado con los años; estaba mucho más fuerte. Unas lindas caderas anchas, una boca muy sensual ideal para chupar pijas y un par de tetas tremendas. Seguramente coger seguido la mantenía bien en forma…

Por último Verónica. También había mejorado en apariencia. Seguía sin ser bonita; pero ahora tenía una mirada matadora; al menos, parecía mucho más sensual y más garchable.
Tenía además toda la apariencia de una ninfómana desesperada por pija…

Un buen día, finalmente Mariana dio el paso a su libertad y se separó de su marido. Durante un fin de semana buscó ayuda para hacer la mudanza.
La nueva casa era bastante amplia y cómoda; incluso tenía una piscina…

Anita naturalmente ofreció su ayuda, descontando que yo también la acompañaría. Pero apenas metimos un par de muebles, mi mujercita inventó una excusa creíble y desapareció del mapa por el resto de la tarde.

Los pibes de Mariana se habían instalado en la casa de los abuelos mientras durara la mudanza; así que de repente, me encontré a solas con las tres primas…

Lejos de ayudarme a bajar más muebles desde el camión de mudanzas; las chicas decidieron darse un buen chapuzón en la pileta del fondo, ya que ese día hacía bastante calor. Así lo hicieron.
Cuando Laura entró al agua, notó que estaba un poco fría. Sus pezones se endurecieron al instante y pude apreciar la exacta ubicación que tenían dentro de sus enormes tetas…

Mi verga se me puso tan dura, que tuve que dejar los muebles y tratar de relajarme; pero mi pija seguía durísima. Finalmente opté por espiarlas a través de una persiana, medio oculto en la oscuridad del interior…

Verónica se dio cuenta enseguida y la muy turra entonces comenzó a provocar a las otras dos; para hacer juegos y mostrarme su maravilloso culo, que apenas podía ocultar esa diminuta tanga amarilla.

La más recatada era Mariana, advirtiéndoles a las otras que tuvieran cuidado, porque yo las estaba observando.

De pronto Verónica salió del agua y se secó apenas con una toalla. Luego entró en la casa. Antes de que me diera cuenta, estaba parada a mi lado.

“Te gusta lo que ves, primito…?” Me preguntó ronroneando como una gata.

“Claro que me gusta, nena… ya deberías saberlo…” Le respondí.

Entonces se dirigió a los hombres que estaban descargando cosas del camión y les pidió que regresaran a la casa de Mariana, con la excusa de que habían dejado allí varias cosas importantes.
Se volvió con una sonrisa y me dijo que esos hombres tardarían un par de horas en regresar, ya que, a esa hora, el tránsito en la ciudad era algo peor que insoportable…Entonces me espetó sin anestesia y sin ruborizarse:

“Serías capaz de satisfacernos a las tres…?”

Yo no podía creer lo que esa nena me estaba diciendo; pero era un sueño hecho realidad; entonces le respondí que lo intentaría al menos…

Unos instantes después, mi cuerpo completamente desnudo estaba tendido sobre una toalla y esas tres perras lo acariciaban con sus delicadas manos.

Por supuesto, la más atrevida era Verónica; que directamente agarró mi verga bien erecta y tan dura como una roca. Empezó a hacerme una tremenda paja a toda velocidad. Tuve que pedirle que se calmara un poco, porque de lo contrario me iba a hacer acabar antes de tiempo y para colmo, en su propia cara, en esa cara de puta que me volvía loco…

Pero en vez de desalentarla, mi pedido le provocó más morbo todavía y siguió dándome con su mano arriba y abajo. Mientras Laura me lamía las bolas y Mariana me comía la boca en un beso profundo.

Finalmente acabé y Verónica apuntó la cabeza de mi verga hacia mi propio vientre y toda mi leche fue a parar allí. Las tres primas se abalanzaron desesperadas a lamer ese semen fresco; que era una cantidad abundante.

Entonces pensé que ya todo se había terminado; ya que iba a necesitar un buen rato para recuperar la dureza de mi verga; pero no fue así…

A ninguna de las tres se le ocurrió preguntarme nada; siguieron adelante.
Verónica aprovechó que estaba todavía allí abajo y comenzó a pasar su sedosa lengua a lo largo de mi pija, haciendo que no perdiera la erección.

Me la dejó bien dura y limpia. Entonces se levantó para ir al baño a lavarse la cara y quitarse el semen que le había quedado en las mejillas, ya que la muy perra había acaparado mi verga casi para ella sola, dejándole muy poco a las otras dos…

Mientras Verónica no estaba, Laura puso sus labios vaginales a la altura de mi boca y no hizo falta que dijera nada más. Comencé a mover mi lengua lamiendo su clítoris inflamado y ya bastante humedecido.
Mariana se sorprendió al ver cómo su hermanita disfrutaba de mi lengua; pero Laura entre gemidos dijo que había hablado con Anita y mi mujercita le había confesado que yo le comía la concha de una manera deliciosa.

La turra suspiró, gimió y tembló un poco, diciendo:

“Puedo dar fe que nuestra prima Ana dice la verdad…”

Al escucharla me esmeré un poco más y pronto pude notar que su concha dejaba salir jugos de una manera impresionante. Conseguí que Laura acabara en mi boca. Ella aulló de repente y su cuerpo volvió a temblar sin control. Arqueó su espalda hacia atrás y se retorció sobre mi cara. Luego cayó a un costado, totalmente exhausta.

Mientras yo disfrutaba de esa dulce concha tan caliente y húmeda, Verónica y Mariana se dedicaron a mantener mi verga bien endurecida…

Entonces Verónica dijo que era su turno; ya que ella había sido la primera en preguntar…
Yo me alegré, ya que ella era la que más disfrutaba de chupar vergas…

Su lengua era una delicia. Arriba, abajo y toda mi pija dura dentro de su delicada boca. De vez en cuando se detenía y me mostraba su lengua, llena de mi líquido pre seminal.
De pronto sentí una lengua tratando de penetrar mi entrada trasera. Era Mariana, que parecía ser bastante experta en eso.
Esa delicada lengua en mi ano fue el remate. La verga se me puso tan dura que hasta me dolía, pero allí seguía Verónica trabajándola. Le dije que quería cogerla; porque ya no aguantaba más la dureza de mi pija.
Ella por supuesto accedió; su grado de calentura era tal que haría lo que le pidiera. Se quitó esa diminuta tanga amarilla y se acomodó sobre mi cuerpo. Luego empezó a descender y pronto sentí que sus labios vaginales se abrían para acomodar mi verga entre ellos. Esta pendeja también era caliente y húmeda como su otra hermanita.

Verónica me cabalgó por un buen rato y acabó dos veces jadeando y gritando como loca. Las otras dos la miraban sin poder creer que esa pendeja fuera tan calentona y se moviera tan bien encima de una pija.
Apenas desmontó de mi verga, Mariana anunció que por fin era su turno.

Me dijo que a ella le gustaba ser dominada por un hombre y eso incluía el estilo perrito, cachetadas en las nalgas, tirones en el pelo y una buena bombeada sin piedad.
Al escucharla decir eso, otra vez sentí que mi verga se endurecía al punto de casi explotar.
Mariana se puso en cuatro sobre el pasto, aflojó los corchetes de su bikini y me ofreció su concha bien depilada y humedecida.

Me acerqué a ella para lamer su labia y lubricarla un poco; pero enseguida supe que no hacía falta. Su vagina era la más mojada de las tres…

La tomé por las caderas y empujé la punta de mi pija contra sus labios vaginales dilatados. Entonces la penetré sin ninguna dificultad, mientras Mariana comenzaba a jadear y suspirar. Me exigió que le bombera la concha bien duro y que le azotara el culo mientras le tiraba de sus largos cabellos.
Esta vez no pude controlarme por demasiado tiempo. Por suerte Mariana acabó antes y quedó abatida sobre el pasto; mientras yo seguía bombeándola un poco más.
Azotarle los cachetes y tirarle del pelo hizo aumentar mi morbo y mi calentura; así que, apenas acabó ella, yo sentí que explotaba dentro de esa vagina hambrienta.

Luego me salí de ella y reapareció en escena Laura, a quien le faltaba sentir mi verga en su caliente vagina. Pero ella pronto comprendió que yo no podría empalmarme tan pronto
Pero, en un tremendo resto de amor propio, en menos de cinco minutos mi verga volvió a endurecerse. Laura sonrió y se quitó la tanga…

Se acercó a mí, confesando que todavía tenía el culo virgen, ya que nunca ninguno de sus amantes le había dado el gusto de darle sexo anal…

Yo no lo podía creer. Había cumplido mi sueño de poder cogerme a las tres primas de mi adorada mujercita y ahora una de ellas quería entregarme su virginidad anal…

Laura se puso boca arriba sobre el pasto y me advirtió que ya se había untado el ano con un gel lubricante. Me pidió que lo hiciera con delicadeza.
Entrar en su ano me volvió loco; especialmente porque Laura me miraba a los ojos con esa tremenda mirada de puta calentona que siempre me había gustado tanto. Pronto acabé en el fondo de su estrecho ano y ella gimió al mismo tiempo; mientras sus propios dedos hundidos en su concha, la hicieron acabar casi junto conmigo.

Por suerte para mí, ya que realmente no daba más, las tres primas calenturientas se conformaron con una sola dosis de semen dentro de sus cuerpos y ya no insistieron más tratando de endurecer mi verga. Pero todas me advirtieron que no sería la última vez que lo haríamos…

Nos vestimos; regresamos a la pileta a darnos un chapuzón refrescante y finalmente ellas me permitieron irme a mi casa…

Ana me esperaba taconeando y cruzada de brazos; impaciente por saber cómo me había cogido a sus tres primas durante la tarde.
Le dije que era imposible que ella pudiera pensar eso de mí, pero Anita estalló en carcajadas al escucharme negar todo eso que ella imaginaba…

“Esas tres perritas te tienen ganas desde que te conocen y me advirtieron hace rato que; cuando las tres juntas te tuvieran a tiro y a solas, no te iban a dejar escapar sin cogerlas a las tres…”
Me dijo sonriendo, mientras su delicada mano subía por mi muslo…

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