De compras en un sex shop

De compras en un sex shop
Dos días después de que mi joven vecino Martín me había cogido salvajemente en mi propia cama; la cola ya no me dolía y yo estaba nuevamente muy caliente y necesitada de verga.
Había hablado con mi adorado esposo por teléfono; para enterarme que su viaje de negocios se estaba prolongando más de lo debido y él podría regresar a casa en unos cuatro días más.
Le informé a Martín sobre la ausencia de Víctor y me dijo que entonces me preparara para ser enfiestada en los próximos días.
Apreté mis piernas, temblando de deseo ante la idea de ser poseída por una banda de mocosos calientes y ávidos de sexo…
Durante la tarde seguía sin poder calmar mi calentura. Así que decidí hacerme una escapada a un sex shop, donde su dueño alguna vez me había hecho pasar una buena tarde cogiendo. De paso, compraría algo de lencería erótica para entretener a los amigos de mi vecino…
Javier era el dueño del negocio y se alegró de verme; ya que hacía mucho tiempo que no iba a visitarlo. Recogí unas prendas de los estantes y me dirigí a un probador.
Me probé un corpiño transparente, que dejaba ver claramente mis pezones bien erectos y una diminuta tanga; tan ajustada que permitía adivinar los pliegues de mi labia tensando la tela.
Deslicé mis pies en unas sensuales sandalias que se ajustaban en los tobillos y afinaban todavía más mis torneadas pantorrillas.
Javier se acercó a ver si necesitaba algo. Me sonrió y pude ver la expresión de deseo en su mirada. Le devolví la sonrisa, pasando mi lengua por los labios bien pintados en rojo coral…
El chico cerró la puerta del negocio y me guió hacia el fondo del local; donde se encontraba otra habitación, una especie de probador más elegante.
Las paredes estaban cubiertas por espejos y había un gran sofá en el centro de la habitación.
Miré mi propio reflejo en los espejos y sentí mi concha temblar, al ver el conjunto de lencería que estaba usando. Mis tetas trataban de escapar a través de esa liviana tela transparente y mis labios vaginales depilados se podían ver con claridad también.
Javier se quedó allí de pie con la boca abierta; mirando mi concha depilada y mis pezones erectos. Yo sonreí al notar el bulto prominente que se adivinaba dentro de sus jeans.
Caminé hacia él moviendo mis caderas sensualmente y acaricié ese duro bulto a través de la tela de los pantalones.
Mientras lo tocaba, le pedí a Javier que consiguiera otros dos amigos; porque él solo no iba a alcanzar para satisfacerme…
Javier salió corriendo y llamó a un par de chicos, diciéndoles que se apuraran, porque tenía en su negocio una perra madura casada esperando a disfrutar una buena cogida…
Después regresó y me encontró jugando con un pequeño dilatador anal que yo había sacado de los estantes junto con la lencería.
Esa cosa estaba estimulando mi inflamado clítoris en ese instante.
Javier sonrió, diciendo que sus amigos ya estaban en camino. Le pedí entonces que, mientras esperábamos por esos refuerzos, se acercara a chuparme la concha. El chico no perdió tiempo. Se zambulló entre mis muslos abiertos y sus labios aterrizaron sobre mi labia. Su lengua abrió mis labios vaginales y entró a fondo, provocándome una sensación placentera, que me hizo gemir de gusto.
El chico levantó la cabeza para mirarme y le pedí que no se distrajera. Hundí ese pequeño vibrador en mi ano; esperando dilatarlo para que alguno de mis tres amantes disfrutara de él…
Entre la lengua de Javier y el vibrador, llegué muy rápido a mi primer orgasmo; que fue bastante intenso y prolongado.
Cerré los ojos y me dediqué a aullar de placer, mientras esa electricidad recorría mi cuerpo, haciéndome arquear la espalda; para que mi concha se acercara más todavía a la boca de Javier.
Entonces pude oír unos pasos en la alfombra.
Abrí mis ojos y encontré a un chico de pie junto al sofá; estaba tocándose la entrepierna, donde se podía adivinar una abultada verga dentro de sus pantalones. Le sonreí y entonces lo reconocí.
Era Damián, un chico joven que trabajaba como cartero. De vez en cuando tocaba a mi puerta y yo podía ver la lujuria en su mirada, mientras sus ojos recorrían todo mi cuerpo.
El pibe sonrió, diciendo que nunca se había imaginado verme así tan caliente y entregada. Le supliqué que me dejara ver su verga.
Cuando se bajó los pantalones, me quise morir. Tenía algo casi inconmensurable; mucho más grande que la verga de mi esposo; que ya era bastante más grande de lo normal…
Le agradecí a Javier por la buena sesión se sexo oral que me había brindado y le dije que ahora le dedicaría un rato a su amigo Damián.
Apenas terminé de decir eso, Damián hundió la punta de su dura pija entre mis labios rojos. Me tomó por los cabellos y me ordenó que se la chupara. Empujó más adentro y casi me hizo atragantar.
Como pude, me dediqué a lamer y tragarme esa verga maravillosa.
Estaba en cuatro sobre la alfombra; cuando sentí que Javier me tomaba por las caderas desde atrás. Giré mi cabeza y le pedí que me cogiera la concha. Pero Javier retiró el vibrador de mi ano y hundió sus dedos en mi vagina. Los sacó manchados con mis fluidos y aprovechó para dilatar y lubricar mi entrada anal con eso.
Mientras volvía a comerme la verga de Damián, miré en los espejos; pude ver a Javier entre mis muslos, comenzando a invadir mi apretada entrada trasera con la punta de su pija endurecida.
Me provocó un dolor lacerante; a pesar de que su pija no era tan gruesa. Anoté mentalmente que no dejaría a Damián darme por el culo, si no quería terminar la tarde en un hospital…

Javier comenzó a tomar buen ritmo mientras me sodomizaba. Pronto sus embestidas eran bastante violentas, haciendo que mi cabeza fuera al encuentro de la verga de su amigo.
Damián pronto gruñó y acabó en mi garganta, haciéndome ahogar.
Ver gruñir a su amigo, aceleró la calentura de Javier; quien en pocos segundos, también me llenó el culo con semen hirviente.
Apenas me la sacó de la cola, se abrió la puerta y apareció un flaco enorme, musculoso y muy elegante. Sus dos amigos lo presentaron como el Burro y entonces pude imaginarme el porqué.
El Burro apenas me saludó mientras se desnudaba. No le interesaba darme un poco de cariño, se notaba que solo quería cogerme. No quitaba su vista de mi concha depilada y abierta…
Me tranquilizó diciéndome que me cogería con suavidad; porque sabía que ninguna mujer podía aguantar demasiado el tamaño de su verga. La miré de cerca y pensé en escapar; pero el Burro pareció adivinar mis intenciones y me empujó de espaldas sobre el sofá.
Se ubicó entre mis piernas abiertas y enseguida sentí la enorme cabeza de su pija, tratando de embocar mi entrada vaginal. Comencé a gritar como loca apenas hundió la punta dentro de mi concha. Continué aullando sin cesar durante todo el tiempo que me cogió; a pesar de cumplir su palabra de hacerlo con mucha delicadeza. El ardor era insoportable; pero al rato comencé a sentir placer.
El chico se deslizaba entre mis piernas con un ritmo suave y yo le supliqué que siguiera cogiéndome así; que no me la sacara…
De repente anunció que estaba por acabar. Enseguida sentí su enorme verga que se hinchaba en mi interior y entonces unos chorros de semen caliente invadieron el fondo de mi vagina.
El Burro realmente rebuznó mientras se vaciaba en mi cuerpo.
Después me la sacó muy despacio y, el vacío que sentí cuando él hizo eso, me provocó un nuevo clímax. Aullé de placer mientras me despedía de esa tremenda verga.
Me lancé de cabeza a sujetar esa pija todavía dura con mis dos manos y le hice disfrutar al Burro de la mejor lamida de su vida.
Cuando terminé con él, sentí que me dolía todo el cuerpo. El culo además me ardía horrores; era casi insoportable.
Javier me preguntó si quería más; pero le respondí que realmente no me podía ni mover: había tenido suficiente por una tarde…
El chico dijo que podía llevarme esas piezas de lencería gratis. Me invitó a regresar por más cuando quisiera y estuviera bien caliente, como para ser enfiestada.
Damián me advirtió que alguna vez pasaría por casa mientras repartía el correo y se tomaría un rato libre para cogerme en mi propia cama… Eso le provocaba mucho morbo…
Mientras manejaba hacia mi casa, me sentía destruida. La concha todavía dejaba escapar una gran cantidad de semen y el culo me ardía como nunca; además de sentirlo muy dilatado.
Pensaba llegar y darme un buen baño caliente de inmersión, para relajarme y después irme derecho a la cama.
Pero entonces llamó Martín, diciendo que ya venía a visitarme…

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