Capítulo VI: El vuelo de Ícaro.

Amateur

Capítulo VI: El vuelo de Ícaro.
Empecé a sentir un leve cosquilleo en mis partes que me hizo abrir los ojos.
Me encontraba en mi habitación, el sol inundaba la estancia, que al reflejarse en el espejo de la habitación aún hacia que el dormitorio estuviera mucho mas iluminado.
Baje la vista a mis parte y me encontré con aquella chica pelirroja, con la piel mas blanca que había visto nunca.
Estaba lamiendo mi pene suavemente, yo me estremecí ligeramente al sentir su boca por mi polla, que se empezó a poner erecta enseguida.
Ella me miró y sonrió.
– Buenos días. – le dije.
– Calla y relájate. – me contestó en un tono bastante serio.
No era momento de llevarle la contraria así que hice lo que me pidió y disfrute de aquella mamada matutina.
Me encantaba como se metía toda mi verga en su garganta y con sus manos acariciaba mis testículos.
Me lamía topa la polla con su lengua y luego volvía a metérsela en la boca hasta la garganta.
Entonces empezó a juguetear con sus dedos en mi culo.
Esa sensación era agradable. Me apretaba en el ano con un dedo mientras se introducía toda mi gran polla dentro de su garganta.
Lentamente empezó a deslizar su dedo dentro de mí.
Ya sabia lo que pretendía, así que me relaje, esperando ese dedo dentro de mi culo.
No era la primera vez que una chica me estimulaba la próstata.
Sabía que me iba a gustar así que deje hacer.
Notaba como su dedo me acariciaba por dentro mientras mi polla se encontraba húmeda y caliente rozando por dentro de su garganta.
Comencé a sentir tanto placer que no pude evitar correrme dentro de su garganta.

Ella se lo trago todo sin quejarse en ningún momento.

– Esto si que es una forma de despertarse. – Dije con una sonrisa.
– Pues si te portas bien puede que se repita. – Contestó riéndose.
– Te importa si me doy otra ducha. Tengo que ir a Jefatura. Son casi las diez de la mañana. Pero esta vez deja mi ropa en el baño. Aunque la verdad, no hay cosa que mas odie que no poder ponerme ropa limpia después de ducharme.
– Haremos una cosa. Detrás de mi casa hay un centro comercial. Dúchate ponte algo de ropa mía de ese armario y desayuna algo en la cocina. Mientras yo te compro algo de ropa en alguna tienda.
– No es necesario, puedo pasar por casa de camino al trabajo. Además no tienes porque gastarte dinero en mí.
– No me importa de verdad. Así dejas aquí el traje, para otro día. -Dije con una sonrisa.
Me levanté y cogí unos vaqueros y una camisa azul cielo. Me calcé y me asee un poco en el baño.
Cogí las llaves de casa, el móvil y la cartera y me despedí de ella diciéndole que tardaría unos minutos en regresar.
No me llevo mas de quince minutos comprar un conjunto de lenceria, una camisa blanca, unos vaqueros ajustados y un cinturón de cuero marrón.
En veinte minutos estaba entrando por la puerta de mi piso.
Al entrar en el pasillo había una hoja de papel con algo escrito encima.
La cogí del suelo y la leí.
“Gracias por dejarme usar el baño de tu casa anoche, nunca mear me había resultado tan placentero. Siento marcharme así, pero creo que era lo más oportuno. Te dejo anotado mi teléfono llámame cuando tengas la ducha libre otro día. Un beso
Andrea”
“Compra zumo de naranja, me he tomado el último”

Deje la ropa dentro del armario, memorice el teléfono de Andrea en la memoria del teléfono y le mande un sms.
“Gracias a ti Andrea, ya sabes donde tienes un baño y donde puedes tomar una ducha siempre que quieras. Por cierto había más zumo los armarios.
Un besazo J.”
Me duche, me vestí y me preparé una taza de té que me bebí mientras revisaba el correo electrónico.
Sonó mi teléfono, conteste al segundo tono.
– Buenos días jefe. – Conteste.
– Cualquier día voy a despedirte nada más para que dejes de llamarme jefe.
– Es una formalidad, ya lo sabes. Ahora iba a salir para la oficina a llevar la documentación de Tenerife.
– No te llamaba para eso. Pero si vas a venir a la oficina ya hablamos aquí.
Quiero pedirte un favor.

Colgué y me calcé las Converse blancas que me encantaba llevar.
Cogí el maletín y me dirigí al trabajo.
Al entrar en la oficina de mi jefe, me encontré con una agradable sorpresa.
Mi jefe se encontraba sentado tras su mesa, rodeado de papeles.
Era un hombre fuerte, y musculazo, pese a sus años. Rondaba cerca de los sesenta años, aunque no los aparentaba.
Nuestra relación se remontaba mucho tiempo atrás, antes de que montara la empresa de seguridad. Cuando los dos estábamos en el extranjero. Pero esa es otra historia.
En la ventana del despacho apoyada sobre el quicio, estaba la joven más preciosa en kilómetros a la redonda. Su hija Martha. Hay que dar gracias porque se parezca a su madre, yo siempre bromeaba con ello.
Al verme entrar salio corriendo hacia mí y se lanzo a mis brazos, llevaba haciéndolo desde que podía andar.
Solo que ahora ya era una mujer y esa efusividad, me había sacado los colores en más de alguna ocasión.
– Martha, que alegría ¿Pero que haces aquí?
– Ese es el favor que quería pedirte. – Pronunció mi jefe.
– Martha, sale para Nueva York esta noche. Se va a estudiar empresariales.
– Yo iba a acompañarla en el viaje, pero me ha surgido un problema y me es imposible dejar la empresa. Quería pedirte que tu la acompañaras. Solo hasta que se aloje y se establezca allí unos días. Sabes que te consideramos de la familia, por no decir que eres la única familia que tenemos.
La madre de Martha había fallecido por complicaciones en el parto. Su madre era holandesa, por lo que no tenía ningún otro pariente por parte de madre en España.
Mi jefe había sido hijo único y sus padres ya habían fallecido.
Desde que nació Martha yo había sido para ella como un tío. Al principio cuando murió su madre me mude a su casa y cuide de ella mientras su padre estaba en la empresa. Cuando empezó a ir al colegio yo seguí trabajado para su padre, aunque haciendo otro tipo de cosas más acorde a mi especialidad.
– Claro. Sin ningún problema. – Respondí inmediatamente.
Quedamos para comer y después fui a hacer la maleta a casa.
Estando en casa sonó un sms en mi móvil.
“Me quedé el rimel en tu casa. ¿Puedo pasar esta noche a por el?, no pienses mal…
lo necesito para mis pestañas. Jajajaja”
Le conteste con otro sms
“Lo siento Andrea, salgo esta noche para Nueva York. No se cuantos días estaré fuera, te aviso cuando llegue”

A las nueve mi jefe me recogió en su coche para llevarme junto a su hija al aeropuerto.
Embarcamos a las once de la noche rumbo a Nueva York. Aunque viajaba en primera clase, no se debía al hecho de que viajara con la hija del jefe.
Mi jefe siempre me sacaba billetes en primera clase.
Todos sus empleados viajaban así.
Decía que para que los empleados te tengan contento tienes que hacer que se sientan felices en su trabajo.
No había nadie que dijera nunca no a un viaje de empresa, fuera donde fuera y te avisaran con el tiempo que fuera.
Había veces que si te avisaba con poca antelación incluso invitaba a la familia del trabajador a acompañarles en sus viajes.
– Gracias por acompañarme. Podría haber ido sola. Pero ya sabes como es mi padre, si hubieras dicho que no tendría que haber pospuesto el viaje hasta que el pudiera haberme acompañado.
– Sabes que nunca podría negarme ha ir contigo a ningún sitio.
– Aún así gracias y espero no haberte causado m*****ias.

Después estuve leyendo el periódico y Marta se puso a ver la película que pusieron, hasta que se quedo dormida.
Le pedí una manta a la azafata y se la eché por encima a Martha.
Me levante de mi asiento y me fui a los de la otra fila que se encontraban vacíos, ya que no quería m*****ar a Martha mientras leía el periódico.
Termine de leer el periódico. Lo doblé y deposite sobre el asiento contiguo.
Y me puncé a contemplar la inmensidad de la oscuridad que había al otro lado de la ventanilla del avión.
– Perdone. No quisiera m*****arle. Pero me preguntaba si podría sentarme a su lado. Me han puesto al lado de aquel señor y no deja de poner su cabeza sobre mi. Creo que es un sobón y se esta haciendo el dormido. – Me inquirió una jovencita rubia de unos veintisiete años.
Llevaba una minifalda negra y una camiseta también negra con mucho escote.
Que dejaba ver un precioso canalillo y parte de su sujetador.
– Claro. De todas formas este tampoco es mi sitio.
Recogió el periódico y lo introdujo dentro del bolsillo del asiento delantero.
– Gracias. Es que me estaba dando la soba el tío. Si al menos estuviera bueno.
Gire la cabeza y la verdad es que aquel tipo no podía tener peor pinta.
– No esta tan mal. Es que eres muy exigente para los hombres. Contste en tono de burla.
– No me jodas. Háztelo mirar, eh. Que para mí que se te ha atrofiado el gusto.
– Mientras solo sea el gusto.
Y empezamos a reírnos los dos.
– Ya me podía haber tenido la suerte de la chica con la que te han sentado y me podías haber tocado tú en su lugar.
– Bueno ahora ya no tienes nada que envidiar. Ahora estas a mi lado sentada. ¿Eso quiere decir que yo si puedo sobarte?. – Dije en tono burlón.
– ¿De verdad quieres sobarme?. – Susurro a mi oído.
La fijamente a sus ojos. Tenia la boca entre abierta. Sus labios estaban pintados de un rojo fuerte. ¿Me lo estaba preguntando en serio?.
– ¿Te estas quedando conmigo?. Le pregunte.
– Para nada. Si te soy sincera. Mientras aquel tipo me sobaba, yo pensaba que porque no me había podido tocar al lado un tío como tu. Y he empezado a fantasear contigo de tal forma que me he puesto muy cachonda.
– Si no me crees toca mi coño, y veras si te miento o no.
Apague la luz que había encendido para leer el periódico, la oscuridad nos sumió prácticamente al completo.
El resto de los pasajeros dormían o al menos eso parecía. Eran alrededor de la una de la mad**gada.
Puse mi mano sobre su pierna derecha y la mire a los ojos.
Entonces ella separó las piernas. Y yo fui ascendiendo por la parte interior de su muslo hasta su coño. Cuando llegue a su coño, ella aproximo su culo al borde del asiento para que pudiera tocarla mejor.
No llevaba bragas y no me sorprendió. Notaba su coño bastante húmedo y prácticamente rasurado menos por un pequeño triangulo superior que apenas m*****aba a mis dedos.
Tenia un piercing en su labio derecho, lo notaba al tacto de mis dedos y me puse a jugar con el.
No tenía unos labios grandes. Su clítoris era normal. Pero su coño era muy suave.
Se lo había depilado a láser, no cabía ninguna duda.
Eso me puso muy caliente y le metí un dedo dentro. Ella dejó escapar un pequeño gemido de placer al sentirse penetrada. Al notar como su vagina se expandía con mi dedo dentro de ella.
Entonces pasó una mano a mi bragueta y me la desabrochó, saco mi polla erecta fuera y empezó a masturbarme mientras yo hacia lo mismo con ella.
Le metí un segundo dedo dentro de su coño y empecé a fallárselo.
Entonces ella se inclino sobre mí y comenzó a chuparme la polla.
Llevábamos el ritmo mientras ella me la chupaba yo iba fallándole el coño con mis dedos.
Se levanto de su asiento y se sentó sobre mí a horcajadas. Agarrando mi polla con su mano la acerco a su coño y fue metiéndosela poco a poco dentro de ella.
Mientras gemía en mi oído. Yo le levante la minifalda completamente a la altura de la cintura dejando todo su culo al descubierto.
Y entonces empecé a acariciarle su ano con mis dedos.
Ella seguía gimiendo cada vez que la penetraba.
– Puedes follarlo también si quieres, pero no mas de dos dedos. – Refriéndose a su culo
Le fui introduciendo un dedo lentamente en el culo mientras ella seguía cabalgando sobre mi.
Entonces gire la cabeza y la vi.
Martha estaba mirándonos. Estaba despierta. No se cuanto tiempo llevaría así. Pero de lo que si estaba seguro es que ella sabía lo que hacíamos.
Y yo sabía lo que hacia ella.
Seguía tapada con la manta que yo le había echado por encima.
Pero tenía las piernas abiertas y sabia que se estaba tocando.
Estaba haciéndose una paja mientras yo follaba con una desconocida.
Veía como la manta se movía en la zona de la entre pierna. Su cara representaba el placer que estaba sintiendo.
Eso me tranquilizo y me permitió poder seguir follando.
Entonces Martha me miro a los ojos y luego guió mi vista con su cabeza hasta sus pechos.
Los había sacado fuera y me los mostraba mientras se tocaba con una mano. Ya que con la otra imaginaba que estaría acariciando su coño.
Volví a subir la vista a sus ojos y me la encontré mirando los pechos de la chica rubia.
Quería que se los sacara fuera.
Así que metí las manos por el escote y le saque primero uno y después el otro. La camiseta daba bastante de sí, así que no tuve problemas para sacárselas.
Tenía los dos pezones perforados por piercings.
Acerque mi boca a sus pezones y comencé a lamérselos.
Martha se los acariciaba con sus dedos. Yo no paraba de mirarla.
– Voy a correrme. No pares de chuparme las tetas. Voy a correrme.
Y comenzó a aumentar el ritmo. Cada vez me follaba más rápido. Cada vez mi polla la penetraba más fuerte. Mi dedo seguía en su culo.
Apoyo la cabeza contra mi hombro y me agarro con fuerza por la espalda, sintiendo como sus uñas se clavaban en mi carne.
Hasta que emitió un gemido seco que duro unos segundos y empezó a descender suavemente el ritmo hasta que paro de moverse.
– ¿Te falta mucho a ti?. – Me preguntó.
– Un poco. Pero no te preocupes, este no es el sitio más adecuado para andar demorándose.
– ¿Que te gustaría que te hiciera?. ¿Qué te daría mas gusto para correrte antes?.
Entonces mire a Martha que seguía acariciándose el coño bajo la manta.
– ¿Podrías comerle el coño a mi amiga?. – Respondí sin pensarlo.
Ella me miro a mi y luego a Martha, que no sabia que estaba pasando.
Se levanto, sacando mi polla lentamente de su coño.
– Esta bien, pero tienes que prometerme que te vas a correr. – Respondió agarrándome fuertemente la polla con sus manos.
Se bajo la minifalda y se dirigió a los asientos que ocupaba Martha.
Retiro la manta que la cubría y vi que no me equivocaba.
Martha se había bajado los short y las bragas prácticamente hasta los tobillos y se encontraba desnuda de cintura para abajo. Mostrando su coño totalmente depilado.
La rapidez con que fue destapada le pillo por sorpresa y aún mantenía dos dedos dentro de su coño.
La otra mano la mantenía sobre sus tetas que también estaban asomando fuera de su camiseta
Se quedo inmóvil mirándome.
– Tranquila. – Le susurre.
La chica rubia se arrodillo frente a Martha y acerco su boca al coño de ella.
Martha retiro lentamente los dedos y puso las manos en la cabeza de la chica.
Yo empecé a pajearme mientras no apartaba los ojos de los de Martha que no dejaban de mirarme.
Se mordía el labio inferior y levantaba la barbilla.
Le estaba gustando, seguramente tanto como a mi me había gustado hace un momento cuando me comió mi polla.
Esa muchacha sabia lo que hacia con su boca.
Entonces Martha asintió con su cabeza y pude comprobar como se corrió.
Agarro con todas sus fuerzas la cabeza rubia de aquella muchacha y la apreto con todas sus fuerzas contra su coño.
Envolviéndola con sus piernas.
Duró casi medio minuto. Fue un orgasmo bastante intenso.
Entonces yo me corrí manchándome toda la camisa que llevaba puesta.
La rubia levantó la cabeza, y se relamió su boca que estaba cubierta de un fluido algo espeso y blanquecino. Beso a Martha en la boca y se sentó en el asiento de al lado.
Martha y yo nos vestimos.
Yo cogí una camiseta de mi bolsa de viaje que había en el compartimento sobre nuestras cabezas y fui al baño a cambiarme.
Me limpie un poco y me cambie la ropa manchada de semen.
Cuando regrese al asiento Martha y la otra chica se habían acurrucado juntas tapándose con la manta.
Se habían puesto a dormir.
Así que yo me acosté en los otros asientos solo.

Unas pocas cuantas horas después llegamos al aeropuerto Idlewild.
Para nuestra sorpresa la muchacha rubia que resulto llamarse Rebeca, también iba a Nueva York a estudiar y muy cerca del apartamento de Martha.
El padre de Martha le había alquilado un apartamento en Maniatan.
Dejamos a Rebeca en su residencia. Martha y ella intercambiaron los teléfonos y quedaron en llamarse para verse a menudo.
Yo me fui con Martha a su apartamento donde la ayude a instalarse.
Recorrimos al día siguiente la zona para que supiera como llegar a clases.
Donde comprar y donde debería ir si quería algo de diversión y donde no.
Una de las tardes quedamos con Rebeca y comimos los tres juntos.
El último día cuando estaba en el aeropuerto Martha había venido a despedirse de mí.
– Oye. ¿Por qué no hemos hablado de lo que paso en el avión?. – Pregunto.
– No lo se, no ha surgido el tema creo.
– ¿No ha surgido o no has querido que surgiera?
– ¿Por qué no voy a querer que surja el tema?.- Le espeté
– Por mi padre, por nuestra relación de tantos años, porque me sigas considerando una niña. Porque te arrepientas de lo que pasó.
– Aprecio a tu padre, lo sabes. Y más después de lo que ha hecho todos estos años por mí. Pero creo que tú ya tienes edad por decidir determinados aspectos de tu vida por ti misma. Y con quien te acuestas o no eso es algo que solo debe ser cosa tuya.
– ¿Y porque no te has querido acostar conmigo estos días?.
– Claro que he querido. Todos y cada unos de los momentos que estado contigo.
– ¿Y porque no me lo has dicho?. Ahora te vas y me dejas aquí sola.
– Por eso mismo, porque te quedas sola. Ya tienes bastantes cosas de que preocuparte. Como para que yo me meta por medio.
– Pues te voy a decir una cosa grandullón, quiero que vengas a visitarme de vez en cuando. Y como no vengas iré yo a donde tú estés y te retorceré esa hermosa polla que tienes.
– No se si es una amenaza, pero que sepas que me ha sonado mas a una provocación. – conteste riéndome
Le di un fuerte beso en su preciosa boca.
Recogí mi bolso del suelo y me dirigí a embarcar.
Cuando iba a entra por la puerta de embarque me giré hacia atrás y mire a Martha que me lanzo un beso con su mano.

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