Miriam insiste y yo no me puedo negar

Miriam insiste y yo no me puedo negar
Una semana después de mi último encuentro con Miriam en un telo de la panamericana; ella me llamó para una nueva cita a la noche siguiente.

Me comentó que tenía una cena con amigas y podía zafar por un par de horas. Agregó que andaba muy caliente porque su marido no la estaba cogiendo nada bien y ella entonces quería sacarse las ganas y la calentura conmigo…

Durante el anochecer comenzó a llover a cántaros, con ráfagas de viento muy intenso. Habíamos quedado en que pasaría a buscarla hacia las diez y la esperaría con mi auto estacionado a un par de cuadras del restaurante donde cenaba con sus amigas…

Cuando Miriam llegó al lugar convenido, la lluvia era muy intensa y hacía un frío tremendo.
Ella entró tiritando al asiento del acompañante y, sin decir nada, me sacó la verga y comenzó a chuparla con desesperación, haciendo que se irguiera enseguida.

Mientras me dedicaba a disfrutar de mi propio placer, sintiendo los sensuales labios de Miriam absorbiendo la punta de mi verga, de pronto dejó de llover.

Miriam entonces abandonó mi verga, sonrió en silencio y se bajó del auto, apoyándose de espaldas contra una pared medianera.
Así en esa pose, abrió el impermeable que llevaba y me mostró que debajo vestía solamente medias de nylon y un corpiño que sujetaba sus redondas tetas…

Mi verga volvió a ponerse dura, a punto de estallar, al ver a esa hembra posando de manera sensual solo para mí…

Bajé del auto y me acerqué a ella y, sin decirle nada, la tomé por los cabellos y la hice girar de cara a la pared. Levanté el impermeable hasta la cintura y entonces le ensarté a fondo mi pija en seco. Por el culo. Sin piedad; sin juego previo.

Miriam comenzó a gemir y jadear, mientras intentaba sin resultado, atenuar mis duras embestidas contra su hermoso trasero
Pronto su voluptuoso cuerpo se tensó y comenzó a temblar…
Parecía que estaba teniendo un orgasmo con mi verga entrando y saliendo de su apretado orto.

De repente ella logró empujarme y sacarme de su estrecho culo.

Giró su cuerpo para enfrentarme; se colgó de mi cuello y abrazó mi cintura con sus torneadas piernas…
Me gritó al oído que le cogiera la concha, sin demostrarle piedad.

La levanté por la cola y me enterré bien adentro de su humedecida concha, que recibió mi verga con alivio y gratitud…

La bombeé así de pie como un loco. La cogí por un buen rato, apoyándola contra la pared. Ella volvió a temblar y de repente sentí sus flujos descargándose sobre mi pija enterrada en su vagina.

Miriam acabó dos veces más antes de que yo llegara a descargar mi semen dentro de su agradecida concha.
Me salí de ella y la dejé descender hasta el piso.

Nos sentamos en una pared baja, quedando uno frente al otro.
Ella estaba con las piernas abiertas, mostrándome sus labios vaginales dilatados y escurriendo la mezcla de fluidos y mi leche.

Regresamos al auto y Miriam me confesó que todavía estaba muy caliente. Quería que la cogiera otra vez; con brutalidad…
Pasamos al asiento trasero y ella se puso en cuatro.
Levanté su impermeable y me dediqué a lamerle la concha por un buen rato.
Miriam me pidió que sacara mi lengua y le metiera algo más duro en esa hermosa concha.
Me incorporé y le mandé mi verga a fondo. La aferré por las caderas y la bombeé casi con desesperación, mientras ella aullaba, jadeaba y me insultaba a todo pulmón.
La hice acabar dos veces más y verla así tan caliente me potenció mucho más mi propia calentura. Esa hembra me volvía loco…

Sintiendo que estaba muy próximo a acabar, le pregunté si quería recibir mi leche en su boca de labios delineados en rojo.
Por toda respuesta, Miriam se inclinó hacia adelante y sacó mi verga pulsante de su caliente vagina.
Giró para enfrentarme y me sonrió mientras se metía esa mordaza hasta el fondo de su garganta. Entonces ya no aguanté más y me descargué por completo dentro de esa boca tan sensual…

Nos quedamos sentados un rato en el asiento trasero, observando la lluvia que volvía a arreciar.
Luego la dejé a un par de cuadras del restaurante; para que ella pudiera regresar con sus amigas con cierta discreción…

Después de comerme la boca a medida de despedida, la muy turra me dijo que mi esposa estaba al tanto de nuestro encuentro; porque Miriam había estado cogiendo con Anita por la tarde, mientras yo estaba en mi oficina.

Le pregunté si se había vuelto loca; pero me respondió que todo estaba bien entre ella y Ana.
Nuestro próximo encuentro sería puramente de sexo anal; pero la única condición era que mi esposa iba a estar allí presente…

Bir yanıt yazın

E-posta adresiniz yayınlanmayacak. Gerekli alanlar * ile işaretlenmişlerdir