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Hoy me ofrezco a ti
Hay poca luz en la estancia, solo la suficiente para adivinar tu presencia. Me ordenas que baje la mirada. No me mires! Obedezco. Oigo tus pasos que se dirigen hacia mí desde el fondo de la habitación. Veo tus pies. Das unas cuantas vueltas a mi alrededor. Levanto con cuidado la mirada. No soporto no saber si estas desnuda o vestida, así que intento mirar un poco más arriba de tus tacones, pero me descubres y una dolorosa palmada restalla contra mi nalga derecha, Noto como arde y bajo la mirada sin haber conseguido saber si estas vestida o no. Creo que llevas una de esas minifaldas que tanto te gustan. También se que llevas medias negras, pero no me ha dado tiempo a ver nada más.
De repente te noto a mi espalda. Me pones la venda en los ojos, me encanta. Ahora sí que no podre ver nada, pero al vendarme los ojos has abierto la ventana de mi imaginación. Noto como tus pechos me rozan la espalda al ponerme la venda. Sí, al menos de medio cuerpo para arriba estás desnuda, he notado tus excitados pezones rozándome, mi corazón se desboca. Espero impaciente tu siguiente movimiento, pero no sucede nada. Oigo tu respiración cerca de mí, tu aliento en mi nuca. Nada, nada. Por dios dime algo, dime algo. Noto mi pene en erección, ansioso de recibir una caricia, pero sé que tardara en llegar, se que hoy quieres hacerme sufrir.
Tus pasos se alejan un poco. Llegan tus ordenes:
-Manos a la espalda! Abre las piernas! Espalda erguida!
Te obedezco al instante, recoloco mi espalda poniendo el cuerpo tan recto como puedo, llevo las manos hacia detrás. Sin que tengas que decírmelo entreabro mi boca porque sé que te gusta, pero el segundo cachete cae con fuerza.
-¿Alguien te ha ordenado que entreabras los labios? Plas! Otra palmada..dios como escuece, tócame , tócame, por dios, aunque solo sea una caricia.
Cierro la boca y abro las piernas como tú me has ordenado, siento como cuelgan mis testículos. Me siento preparado, expuesto para ti, mi ama.
Pasos. Me ordenas que levante las manos por encima de la cabeza. Las estiro todo lo que puedo. Noto como tus manos van resbalando por mis brazos, casi sin tocarme, hasta mi pecho, te detienes a jugar con mis pezones, aprietas uno, ahora los dos a un tiempo, aprietas, aprietas, se me escapa un gemido, mitad placer mitad dolor. Retiras tus manos, Ahora, noto como te sitúas delante de mi. Siento tu presencia, me pregunto qué será lo siguiente.
Que me acaricie la polla, por dios, me voy a volver loco, que me la toque, me va a explotar.
En lugar de eso noto como me das una palmada fuerte en mi sexo y otra y otra. Dios, que placer, tócame, tócame, tócame. Ahora sí, noto como empiezas a acariciarme los testículos, que cuelgan entre mis piernas abiertas, tu mano sube hasta mi sexo, retirando lentamente la piel del glande, comienzas a moverla, pero te paras tras unas cuantas bajadas y subidas. Los brazos comienzan a dolerme de tenerlos en alto, te pido que me dejes bajarlos. Por esta vez me das permiso, me ordenas que los deje a los lados, la dulzura de tu voz me despista. No sé qué sucederá ahora. Noto que te alejas, oigo ruidos que no se identificar. Sonido de un mechero encendiendo un cigarrillo, huelo el humo. Notas mi necesidad y me acercas el cigarro para que pueda dar un par de caladas, noto que la boquilla está un poco humedecida por tu saliva, chupo con delectación imaginándote con el pecho descubierto frente a mí. Dejas el pitillo entre mis labios y te alejas un par de pasos.
Que sucede? Por qué no se oye nada? Los segundos parecen minutos. Oigo tu respiración entrecortada. Si, te estas tocando, te estas tocando ante mí y no puedo verte, tengo envidia de tus dedos ¡Como me gustaría lamerte el sexo! Pero de momento me conformo oyendo tu excitación, noto tu mirada fija en mi sexo, la noto…o me la imagino. Huelo tu excitación, se que tu conejito estará caliente y mojado, gimes ¿te habrás metido algún dedo? Dios, no puedo más, tócame, tócame, por favor, te lo suplico. Plas!!, otra palmada en mi sexo, y otra y otra, caen descontroladamente como una lluvia. Mientras se que con la otra mano sigues tocándote, lo noto en tu respiración. Paras de repente, me escuece un poco pero estoy agradecido de tus golpes, al menos han descargado algo de tensión.
Me llevas las manos a la espalda y noto como las atas con algo áspero, debe ser la cuerda de cáñamo que compramos en la marroquinería la semana pasada, das un par de vueltas más y la anudas, no demasiado fuerte, pero suficiente para que no pueda moverlas.
-Arrodíllate! Arrodíllate! Me obligas presionando con las manos sobre mis hombros. Noto como acercas tu sexo a mi cara, puedo olerlo. Me coge de sorpresa tu autoridad, hasta ahora había sido yo el que daba las órdenes, pero hoy no, hoy estoy a tu servicio. Noto como me pasas tu sexo por la cara.
-Lame! Lame! Y hazlo bien porque si no te voy a dar unos latigazos que te va a quedar la polla morada! Tus palabras me electrizan, saco la lengua buscando tu conejito, haces que me quede así unos segundos.
-Mira qué lindo esta así mi esclavo! Ahora noto tu calor ante mí, guardas silencio, sitúas tu sexo ante mi lengua y te abres los labios.
-Lame, Lámeme hasta que te ordene que pares. Obedezco, comienzo a pasar mi lengua arriba y abajo, deteniéndome en tu clítoris. Noto como palpita. Tu mano agarra mi cabeza para controlar mejor mis movimientos. Comienzas a frotarte contra mí, acelerando el ritmo. Tus jadeos me envuelven como el terciopelo. Gimo entre tus piernas, noto como te excitas cada vez más. Me desatas las manos.
-Apriétame el culo, imbécil! Lo hago inmediatamente mientras continuas frotándote contra mi lengua. Cada vez estás más caliente, toco tu sexo, gotea sobre mi mano, siento como llega tu orgasmo y me abofeteas, los primeros golpes son firmes, secos pero espaciando los golpes entre uno y otro, después llueven sobre mi cara desordenadamente, como un desahogo, sin fijarte ni donde caen. Estoy feliz por proporcionarte el placer que me exiges. Me pides que te meta los dedos. No puedo negarme..lo deseaba tanto..estás empapada. Meto, saco, meto, saco. Furtivamente me chupo un dedo mojado con tus jugos. Me has visto, me tiras de los pelos para castigarme, pero no vas mas allá porque estas realmente excitada, ahora quieres tu orgasmo, ahora ya no puedes parar. Ahora sé que aunque sea yo el que esta arrodillado ante ti, me perteneces, estas en mis manos. No pienso ni un segundo en parar, las consecuencias serian demasiado dolorosas, además me encanta sentir como pierdes el control cuando estas a punto de correrte. Meto, saco, meto, saco, mi lengua te da un vigoroso masaje húmedo en el clítoris, noto como la saliva me gotea por la barbilla mezclada con tus líquidos. Mi polla no puede más, no puedo más, estoy a punto de correrme yo también. Dios mío, que locura. Tu pubis depilado ocupa todo mi universo sensorial, me aplico, me aplico, me aplico todo lo que puedo. Lamo mordisqueo, paso la lengua primero lento y después acelerando más, poco a poco. Te estas corriendo en mi boca, te estas corriendo agritos. Estas totalmente descontrolada.
Yo también necesito mi orgasmo, pero espero al suyo, espero su permiso.
-Ama ¿puedo correrme? Por favor ¿puedo, ama? Pedir permiso me excita muchísimo, joder! Solo decirlo casi me lleva al clímax de golpe.
Me pegas una sonora bofetada y me dices burlándote –Ahora sí, venga, córrete. Quiero verlo.
Me masturbo frenéticamente, apretando mucho la mano y casi al instante un chorro caliente me quema por dentro y sale violentamente. Tiemblo de pies a cabeza y sigo tocándome hasta alcanzar un segundo orgasmo mientras me aprietas la garganta y me metes tus dedos en la boca.
Me quitas la venda. Lo primero que veo son tus piernas, tus piernas y mi semen resbalando por ellas. Me pides que te lo lama. Lo hago.
Te separas de mi y mientras te enciendes un cigarrillo me dices con una sonrisa burlona en los labios:
-Ya puedes ir limpiando todo eso que has manchado que hoy no viene la sirvienta.
-Si mi Ama, y lamo obediente mi semen y sus jugos mezclados sobre el viejo suelo de madera.