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Follar con rabia
Laura y Marc follaban con rabia. Eran de esas parejas con poca comunicación que casi siempre andan peleados, cabreados, insoportables uno con el otro.
Casi no se entendían y llevaban un par de años juntos. A pesar de su juventud tenían el temperamento curtido gracias a familias desestructuradas y conflictos internos nunca resueltos… Sueños aparcados, sueños incompletos. La arena que se escapa entre los dedos y la incapacidad de coser los rotos y comenzar de cero.
Ambos dejaban atrás lo que les suponía esfuerzo o compromiso por eso no entendían lo que hacían el uno con el otro y con su relación disfuncional.
En realidad nada importaba, porque después de los cabreos, de las lágrimas, del sufrimiento… Después de un par de días llegaba ese sexo con rabia. Desatan las tensiones, entre embestidas surgen esos “te quiero” que faltan el resto de los días. Él empuja porque se sentía atado y ahora es como si destrozara las cadenas; ella es capaz de encajar golpes duros y disfrutar de lo bueno.
Se necesitan.
De la sal y el vinagre pasaron del azúcar y la miel.
Pringosos, pegajosos. Los fluidos chorreaban de sus entrepiernas y se fundían con el calor y las sábanas de verano.
El olor a almizcle, las velas que ella puso para hablar de la última pelea e intentar solucionarlo a pesar de no ser ese su modo.
Juntaban sus bocas, las lenguas se enroscaban. La mano de ella se agarraba a los hombros de Marc que sudado, estaba algo resbaladizo.
– ¿Me amas? -Dijo él jadeante mientras el sudor hacía que el pelo se le pegase a la frente.
– Sí. Como a nadie antes.
Se hizo el silencio entre los jadeos. Era algo extraño, era… Estar fuera del cuerpo, tan solo quedaba el espíritu a****l.
Movimiento rápido y la cogió en brazos contra el armario. Se la encajó en el culo.
– ¿Por qué? Dímelo.
La cogió del pelo hacia detrás y mordió la garganta descubierta mientras con un brazo la sostenía y penetraba crudamente.
– Por como me follas -pronunció ella entre la asfixia de la tirantez de la cabeza hacia detrás.
Él se animó. Gruñó. La agarró de las nalgas y quiso matarla como si su miembro fuera una pistola con la que cada chorro de semen fuera un disparo. En aquellos momentos era toda suya, la quería toda para él, era de hecho… De él.
Marc, que no era celoso ni tampoco afectivo en una relación pero estaba totalmente fuera de sí. Le ponía enfermo imaginarla con otro y la castigó clavándole las uñas en el culo y hurgando con un dedo donde su polla machacaba el esfinter.
Entonces la dejó en el suelo y le agarró del flequillo mientras se pajeaba en su cara. Miraba hacia abajo. Ella estaba arrodillada, mirándole a los ojos y la boca abierta. Esperaba recibir su corrida mientras se acariciaba los pezones.
El esperma le empapó la lengua y los senos. Aprovechó que aún la tenía dura para clavar la estaca al fondo de su garganta sin dejarla respirar hasta que se puso flácida.
Laura tosió y sintió que aquella mano que le agarraba de la cabeza se transformó en una palma que acariciaba la misma.
Se tiraron en la cama con los dedos enlazados y compartiendo un cigarro.
En el techo, un ventilador giraba lentamente dejando paso a los tonos anaranjados del atardecer… En algún sitio sonaba una cigarra acalorada. El humo se mezclaba con el olor a sexo en la habitación.
Aquel día nada fue distinto porque a la semana volvieron las inseguridades y las discusiones…
Ahora que lo pienso, quizá discutían para tener buen sexo. Unos azotes después del castigo. Aunque eso es algo que solo quedará entre ellos dos…