El chico del parque

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Big Dicks

El chico del parque
El Chico del Parque (real)
Todo comenzó como un chiste con mis amigos del Facebook. Voy a salir a correr, que me pongo, ¿calza blanca o negra? Yo siempre uso negra, y estaba creída que a los hombres les gustaba ese color, pero la mayoría comenzó a gritar que utilizara la blanca. Hasta que uno sugirió lo más provocativo, calza blanca sin ropa interior. Al principio me dio risa, pero lo analicé un poco, no estaba con mi período, entonces me encontraba a salvo de alguna catástrofe. Y bueno, me dije, la calza se me meterá por todos lados, pero quiero probar eso.
Calza blanca bien ajustada y sin bombacha. Me miré al espejo, todas las líneas de mi cuerpo se marcaban enérgicamente, mi cola era de piel blanca, y mi vagina, bueno, me dio vergüenza la forma en que se me marcaba el tajo, un labio para cada lado.
Salí a correr. Mientras llegaba al parque al circuito aeróbico, mi cuerpo fue receptor de las guarangadas más ordinarias y vulgares que se le puede decir a una mujer. No me voy a hacer la inocente, me gusta que me digan cosas subidas de tono, pero tengo mis límites, y algunas de las palabras de los albañiles hicieron que me ruborizara.
Como siempre hice mi rutina, corrí dos kilómetros como entrada en calor, y me puse a hacer ejercicios de elongación. Creí que estaba sola, así que no tuve ningún tipo de recaudos, separé mis piernas lo más que pude e incliné mi tronco hacia abajo, soy bastante elástica, mis muslos interiores casi tocaban el suelo, como las bailarinas que se abren de piernas, mi vagina estaba a pocos centímetros del suelo.
Después con las piernas juntas y rectas volví a inclinarme. Cuando me incorporo y levanto los brazos para respirar mejor veo que hay un chico detrás de mí. Mi primera reacción fue asustarme. El se rió.
– ¿Hace cuanto estás ahí? – pregunté, como diciéndole qué tanto había visto.
– Hace bastante.
– ¿Cuánto viste?
– Se te vio hasta el alma linda.
Me gusta que me miren. El problema es que me gusta que me miren cuando yo sé que me están mirando, esa era una situación distinta, yo creía que estaba sola en el medio de la nada, y enterarme que alguien me había visto me llenó de vergüenza. Y más aun cuando el chico volvió a hablar.
– No conocía la técnica de correr sin ropa interior…
Roja fue poco. Mi cara estaba incendiada. Era uno de los papelones más grandes de mi vida. El chico siguió hablando.
– Tenés buena elongación, pero te falta un poco de técnica, ¿te ayudo?
– Bueno.
– Soy profesor de gimnasia, sé lo que hago, tranquila.
Caminamos hasta un sector del circuito donde hay barandas y troncos para hacer distintos ejercicios. Me dijo que ese lugar era el indicado, me señaló el tronco más bajito, me dijo que colocara un pie encima y que la otra pierna la tirara para atrás, y que con el peso de mi cuerpo hiciera presión sobre el músculo.
– Te ayudo un poco…- dijo.
Y colocó sus manos en mi cadera, y mi calor producto de la vergüenza se convirtió en calor sexual. Tenía manos fuertes, me inclinó hacia adelante y mi músculo sintió un ardor producto de la elongación. Me dijo que ahora la otra pierna. Esta vez me explicó la importancia de este ejercicio y que debía hacerlo bien.
– La cola más para atrás – dijo.
Al decir eso me sujetó de la parte baja de mi abdomen, casi de mi vagina, y tiró mi cuerpo hacia atrás.
– Y después levantás esta parte…
Se tomó el atrevimiento de colocar la palma de su mano bien en el medio de uno de mis glúteos, libertades que se dan los profesores de gimnasia, me estaba tocando el culo, y me gustaba.
Cambiamos de ejercicio.
– Ponete así. – dijo.
Y estando él detrás de mí me sujetó por las caderas (cosa que m vuele loca, me calienta más que me abracen de las cadera a que me abracen de la cintura o el culo) y al llevarme a otro tronco para realizar el ejercicio, sentí su miembro apoyarse sobre mis nalgas. Él también estaba en calzas, tenía piernas muy musculosas, y sentí que su pene comenzaba a ganar centímetros. Se le estaba parando la pija, eso me gustó.
Cuando finalizamos los ejercicios quedamos frente a frente, y yo no pude evitar bajar mi mirada hacia su pene, quería ver de qué tamaño era y como estaba. Se notaba que estaba erecto hacia un costado, aplastado por la tela ajustada de la calza. Me mordí los labios. Él se dio cuenta. Movió su pene hacia arriba, los hombres pueden moverlo. Cuando hizo eso yo levanté mi vista y me ruboricé.
– Sos mirona eh…
– Ay, no, basta…
Se acercó y me abrazó. Me felicitó por ser tan buena alumna. Me pidió mi número de celular. Se lo di y supliqué a todos los dioses que me llamara. Tenía que moverme a ese chico.
– ¿Cómo te llamás?
– Alejandra, ¿vos?
– Pablo. Yo te llamo, ¿dale?
Volví caminando a mi casa. Comenté lo sucedido en el Facebook, comparto todo con mi amigos de allí. Me bañé, durante la ducha le dediqué una linda masturbación a Pablito. Recordé la textura de sus manos en mis caderas, la palma de su mano tocando mi culo. Pensé en lo fuerte que serían sus piernas y la grandeza de su pene. Me estaba pajeando a dos manos, una frotaba mi clítoris y la otra estimulaba el anillo de mi ano. No tardé en llegar al orgasmo.
Me recosté en la cama a esperar el llamado.
– Hola, ¿Qué querés hacer? – me dijo del otro lado del tubo.
– Lo que vos quieras.
– ¿Segura? ¿Lo que yo quiera?
– Si.
Eso fue una invitación directa a mi cama. A la media hora él estaba en mi departamento. Yo le mostré mis adornos, mis cuadros, mis cds. Fingía inocencia, me gusta hacerme la nenita, y de golpe saltar a la yugular como la perra que soy.
– Y entonces, ¿Qué hacemos? – volvió a preguntar él.
– Te dije que lo que vos quieras.
Al decir esas palabras caminé hasta él y lo abracé del cuello. El respondió el abrazó con otro, sujetándome por la cintura. Me puse en puntas de pie para besar su boca. Eran labios carnosos. Lo primero que pensé cuando los saboreé fue el placer que me daría esa boca cuando llegara el momento de hacerme sexo oral. Él sujeto mis glúteos con fuerza y yo suspiré.
Nuestras lenguas comenzaron a rosarse. Era una lengua enorme, larga y gruesa, toda carne viva que me comía la cara. Su lengua presionaba la mía, yo hacía fuerza también, pero la suya era más grande, y su lengua terminaba dentro de mi boca. Yo a esa altura ya estaba acariciándole los pelitos de la nuca con una mano, mientras con la otra recorría su espalda, y bajaba cada tanto para tocarle la cola, una cola dura y musculosa que hizo que me mojara. Le toqué el culo y eso bastó para que mi vagina se humedeciera hasta dejar mi bombacha empapada, podía sentir la tela de la ropa interior mojada.
Su baca bajó hasta mi cuello. La humedad de sus labios me puso la piel de gallina, y cuando comenzó a mover su lengua sobre mi piel levanté los hombros producto de las cosquillas que me daba. Volví a suspirar y lo sujeté de la nuca para impedir que se fuera. Lamió todo mi cuello, de derecha a izquierda, de abajo hacia arriba, detrás de la oreja, como si fuese una perrita a la que le encuentran su lugar sensible.
Yo respondí con lo mismo. Besé su cuello de todas las formas posibles. Se lo mordí dejándole un gran chupón. Lo obligué a que se quitara la remera. Besé su cuello. Sus pectorales eran hermosos, bien formados, lamí sus pezones. Bajé a su abdomen, músculos bien formados. Lamía con mi lengua la intersección entre cada bolita de músculo que su abdomen mostraba. Jugué con su pupo. Bajé su pentalón y su calzoncillo. Tal y como me lo imaginaba, su miembro estaba completamente depilado.
Me arrodillé. Su pene era muy ancho. Tanto que daba la sensación de ser chico, aunque cuando lo metí en mi boca supe que también era largo. Lo chupé con fuerza, con movimientos rápidos, cogiendo el tronco con mi boca, dejándolo bien mojado con mi saliva y su flujo pre seminal que ya comenzaba a salir de su ojito. Luego bajé mi cara hasta quedar debajo de sus testículos, también depilados a cero. Los chupé. Los introduje en mi boca de a uno y los acariciaba con mi lengua mientras con mi mano pajeaba la pija de Pablo. Luego introduje los dos huevos en mi boca y lo miré, su pija estaba apoyada sobre mi frente y me impedía verle sus ojos. Bajé aun más y me deposité debajo de su ano, y comencé a pasar mi lengua por la parte de atrás de sus testículos, cosa que a todos los hombres les encanta. Él separó un poco las piernas y tuvo la amabilidad de agacharse un poco para que yo estuviese más cómoda. Lamí al orificio de su ano. El lanzó un gemido. Su culo estaba perfectamente depilado. Se lo chupé. Jugaba con la punta de mi lengua en la entrada de su ano, haciendo movimientos circulares. Él comenzó a moverse hacia adelante y hacia atrás para disfrutar más. Volví a la verga. Lamí el tronco desde su nacimiento hasta la punta. La chupé de costado, haciendo que la cabeza de su pene golpeara la parte interna de mis mejillas, inflándome el cachete. Estuvimos jugando así varios minutos. Hasta que llegó mi turno.
Sin pensarlo y sin perder tiempo me desnudé por completo. Dejando mi conchita al aire, prolijamente depilada con una línea en forma de flecha hacia abajo. Le dije que siguiera la flecha. Y en ese momento me hicieron una de las cosas más excitantes de mi vida.
Él me alzó e hizo que me sentará sobre sus hombros de frente, una pierna de cada lado. Me sujetaba del culo, dejando así toda mi vagina pegada a su cara. Comenzó a lamerme, a comerme el coño, yo gemía como una puta, y no pude evitar no moverme como si lo estuviese cabalgando. Su lengua entraba y salía de mi vagina, que ya estaba chorreando flujo. Con sus labios mordía mis labios con suavidad. Con sus manos me estimulaba el ano, tanto que se abrió demasiado y hasta me metió dos dedos en el culo y comenzó a masturbarlo. Todo sin dejar de chuparme la concha. A esa altura mis gemidos eran gritos de placer.
Cuando finalizamos esa posición hicimos un 69 de pie. Pablo tiene mucha fuerza, así que me sujetó de la cadera dejando mi cabeza hacia abajo, lista para volver a chupar su verga mientras él se entretenía lamiendo mi vagina y mi ano.
Me puso en cuatro patas sin siquiera consultarme. Me sorprendió que quisiera comenzar con esa posición. Me tiró en el suelo y me puso como una perra en celo. Yo creí que por la pasión me la iba a meter de una, y que eso, a pesar que mi vagina ya estaba bien dilatada y lubricada, me dolería, pero no; jugó con su pene en la entrada de mi orificio vaginal, comenzó a introducirla de a poco, primero la cabeza, la sacó, luego hasta la mitad, la sacó, otra vez la cabeza, la mitad, hasta que por fin toda su pija llegó a estar en mi interior. Yo gemía, gritaba que me gustaba, que quería más. Hacía al menos cinco meses que no estaba en cuatro patas con hombre. Sentir sus muslos golpeando mis nalgas, sentir la carne de mis glúteos moverse, escucharlo a él lanzando gemidos graves y profundos me volvía loca. Cuando comenzó a darme chirlos directamente perdí la cordura, y demostré lo puta que puedo llegar a ser.
– Ay, si amor, pégame fuerte que soy una puta…
– Cogeme bien fuerte papito…
– Damela hasta el fondo…
– Soy tu puta, no pares, así, así, así…
Él se sentía estimulado con mis palabras, y me bombeaba cada vez más fuerte. Tanto que ya me dolía, pero no le iba a pedir que fuese más suave, una tiene su orgullo femenino, y a pesar que me estaba partiendo al medio, no iba a mostrar debilidad, al contrario, doblaba la apuesta.
– Cogeme más fuerte, más fuerte…
Cambiamos de pose. Se recostó en el suelo para que yo comenzara a cabalgar.
Me senté sobre su pija, metiéndomela de a poco, moviéndome en círculos hacia adelante y hacia atrás. Haciendo que su miembro raspara todas las paredes de mi vagina, que me sintiera bien, que probara de qué estoy hecha, que sintiera mi calor, mi cavidad. Yo subía y bajaba por ese tronco mientras gemía y le preguntaba si le gustaba, me encanta preguntarles a los hombres si les gusta cuando los cabalgo.
Él me ayudaba a subir y bajar con sus brazos, que me estaban agarrando del culo. Luego volvió a estimular mi orificio anal, hasta que pudo volver a meter dos dedos en mi culo. Yo ya estaba entregada, y sobre todo, muy caliente.
– ¿Querés por ahí? – le pregunté.
– Obvio.
Saqué su pija de mi vagina y la puse en la entrada de mi ano, me moví lento, una cosa es tener en el culo dos dedos, y otra es hacer que entre una pija ancha. Él lo sabía, así que no apresuró el asunto. De a poco yo sentía como mi ano se iba abriendo, y como su verga ganaba terreno en mi interior, sentía como su cabeza raspaba las paredes de mi culo, hasta que por fin sentí el ¨crack¨ que indica que la pija ya está adentro. Una vez allí volví a galopar. Mi culo me dolía, mucho, mis gemidos eran gritos, él la estaba pasando bomba, me estaba rompiendo el culo. Mi calentura es más grande que el dolor, creo que por eso pude soportarlo. Luego de un largo rato de cabalgata me dijo que estaba por acabar.
Me puse de rodillas. Él se paró frente a mí y comenzó a pajearse. Yo abrí mi boca y saqué la lengua aguardando por la lluvia blanca. El primer chorro de semen, el que sale con más fuerza dio directamente en mi ojo. El segundo en mi boca, y el resto cayó en el interior de mi garganta. Una vez que me tragué la leche me dediqué a limpiar su pija con mi lengua. Mi ojo quedó con ardor.
Nos recostamos en el sillón a recuperar energías. Luego fuimos a la habitación y repetimos la cogida dos veces más. Todo igual. Sexo oral por parte de los dos. Sexo vaginal, anal, en cuatro patas, yo cabalgando, eyaculación en mi carita.
A las tres de la mañana se fue y yo me acosté a dormir. Y para cumplir con mi grupo de seguidores, fieles, es que escribo este relato.
Para ustedes chicos.

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