El centro comercial. Mis memorias IV
Después de quedar con aquellos chavales estuve un tiempo sin quedar con nadie. La verdad es que me dieron muy fuerte. Por momentos llegué a pensar si no me habría metido en un camino demasiado oscuro. Sin embargo había algo dentro de mí que no dejaba de llamarme al riesgo, al sexo más atrevido, más cerdo y más arriesgado. Mientras esperaba alguna otra propuesta que volviese a picar mi curiosidad, nos llegó otro correo sugerente: “No quiero sexo contigo, sólo que me obedezcas en lo que te voy a pedir. Vete a un sitio público, me da igual cuál, busca a dos chavales muy, muy jóvenes y haz que llenen las copas de tu sujetador con su leche. Luego póntelo y sigue tu día normal. Grábalo todo y mándame el video junto al sujetador”.
Nos hizo gracia, tanto a Luis como a mí. Yo, la verdad, estaba dispuesta a hacer lo que ese tipo me dijo. Era un reto, y los retos siempre me han motivado. Me arreglé, falda justo a la rodilla, pero con buena raja en el lado, sujetador negro de encaje y camisa top también negra anudada al cuello. Pensé que sería mejor ir sin bragas, pero sí que me puse medias, color carne, hasta el muslo. Como hacía frío me puse también chaqueta de punto por encima. Decidí ir al Aqua, no está lejos de casa, pero tampoco al lado, para evitar encuentros inadecuados. Al llegar, dejé el coche en el parking y salí andando. El centro comercial es grande, pero estos días de Navidad está siempre lleno. Al pasar cerca de Másparejas, un tío se me quedó mirando fijamente, casi le faltaba comerme con los ojos, pero no era eso lo que buscaba, demasiado fácil. Le dejé que entrase al sexshop a comprarse cualquier cosa que andase buscando.
Después de dar un par de paseos por las plantas de tiendas, y de dejar a más de un marido cargado de bolsas, con la polla medio tiesa después de acercarme demasiado a él, decidí subir a la planta de arriba donde los cines. Seguro que allí encontraba lo que buscaba. Fui directa donde estaba la cartelera. Había un grupo de personas mirando los carteles de las pelis y vi a mis dos escogidos. Eran dos chavales de unos 19 – 20 años, a lo mejor ni los tenían, estaban entusiasmados hablando de los jedis, de la fuerza y de no sé qué cosas más. Eran unos frikis con sus camisetas de Star Wars que estaba claro no habían visto un coño en su vida.
Cuando se pusieron a la cola de las entradas me fui detrás, según llegué dejé caer mis llaves a sus pies y me agaché dejando que mi camisa se abriera lo suficiente para que mis amigos pudiesen imaginar, “perdón, perdón” les dije con la más inocente de mis miradas. Cuando les vi de cerca me di cuenta de los granos pajilleros que aún tenían, sobre todo uno de ellos. “Disculpadme” les dije mientras me levantaba y sentía sobre mis tetas sus ojos, “¿me haríais un favor chicos?”, “claro”, dijo uno de ellos rápidamente, “nos queda más de media hora para entrar al cine, ¿de qué se trata?”. “Mirad, necesito que me ayudéis a ganar una apuesta, acompañadme.”
Se miraban el uno al otro con gesto de duda pero en cuanto me puse a caminar meneando el culo todo lo que podía, se vinieron detrás de mí sin rechistar. Entramos al baño de hombres, fui directa a una de las cabinas, entré y me senté en el inodoro, subiendo mi falda y dejando casi al aire mi coño peludo. Los dos entraron detrás, “cerrad”, ordené. Estaba claro que hacía rato que allí quien mandaba era yo, ellos se limitaban a seguir órdenes y a tragar saliva. “Quiero vuestra leche, sacad las pollas” les dije mientras me quitaba la blusa y el sujetador dejando mis tetas al aire. Ellos estaban alucinados, uno no decía ni “mu”, no podía dejar de mirarme el coño, el otro solo decía joder, joder, joder.
Sacaron sus pollas muy obedientes, no eran nada pequeñas, yo mientras le di el móvil a uno y le dije “graba”. Directamente empecé a machacársela al otro, que la tenía más tiesa, necesitó un poquito de lengua para hidratar, pero iba de maravilla, se descapullaba completa y tenía una firmeza increíble. Se corrió en un par de minutos, llené la copa derecha de mi sujetador con su lefa, le limpié bien con mi lengua, mientras sus jadeos se oían en todo el aseo, y me dirigí al otro, el de los granos en la cara. “Ven cariño, ven con mamá, déjale el móvil a tu hermanito” Ja, ja, ja, se puso tenso, pero le tranquilicé con varias lamiditas en los huevos, su polla era más grande que la de su compañero, pero no estaba tan tiesa, ni tan trabajada, en mis primeras bajadas su prepucio no llegaba a desplegarse del todo, gemía y gemía, después de varias veces y un par de chorreones de babas, tiré bien hacia abajo de toda su piel, dejando su glande al aire por completo. Él sólo gemía y me agarraba la cabeza como un pobrecito. Se corrió al instante, casi ni me deja llenar la otra copa, de hecho su primera lechada me fue a la cara directa. Sin dejar de mirarle a la cara, recogí la lefa con los dedos, y me los metí bien adentro del coño dos o tres veces, antes de llevármelos a la boca. Me estaba encantando la situación, los dos pardillos con los pantalones bajados, recién corridos y sin saber si lo que les estaba pasando era de verdad o lo estaban soñando.
Cuando me puse el sujetador y sentí su leche sobre mis tetas, me excité muchísimo. Me recompuse el vestido y me fui. Me había acordado de que tenía que pasar por el Mercadona a comprar algo de cena para Luis y los niños.