Sexo en la oficina (El mejor cunnilinguis que he h

Sexo en la oficina (El mejor cunnilinguis que he h
Como cualquier día de aquella semana de turno llegué a trabajar inmerso en la misma rutina.
Prefiero trabajar en agosto, es mas tranquilo, y por la noche sin jefes todavía mas.
Iba camino de la oficina, con un café en la mano, despidiéndome de los últimos trabajadores que se iban a sus casas o en busca de algún bar en el que refrescar las ideas con una fría cerveza.

En el turno de noche somos 3 personas, el jefe y dos mas. Bueno, en este caso la jefa se llama Ana y tiene unos 30 y pico.
Sin ser espectacular para nada, es una mujer muy atractiva con unas curvas muy sensuales y mirada picarona.
Su simpatía la hace aún mas guapa y tenemos feeling. Se nota, nos caemos bien.

Esa tarde-noche se presentaba algo extraña. El compañero de fatigas no se había presentado a trabajar alegando no sé que enfermedad y no se había podido cubrir con ningún otro compañero.
Bueno no hay tanto trabajo en las noches de agosto

Empezamos nuestra jornada algo atareados, acabando de cerrar el trabajo del cambio de turno que poco a poco íbamos solucionando.
En ese punto, Anna y yo nos organizamos el momento para parar a cenar.
Nos preparamos cuatro cosas en el office charlando de nuestro día a día. Nada hacia presagiar como acabaríamos esa noche.
Cenamos, hicimos un café y nos volvimos a centrar cada uno en nuestras pantallas de ordenador.
El calor empezaba ha hacerse sentir ya que habían decidido hacer mantenimiento de la climatización y no funcionaba demasiado bien.

Empezamos a comentar el calor mientras nuestra piel se ponía pegajosa.
En un momento dado Anna comentó, yo creo que inconscientemente, en voz alta: -¡Me suda todo! –
A lo que yo sin pensar contesté: – ¿Todo?-
No sabía donde meterme. Había sido una
Respuesta instintiva, sin pensar, y ahora me moría de vergüenza. Y se me notó. Y a ella también porque se empezó a ruborizar.
Yo quería arreglarlo y solo me salió una media sonrisa y una cara de lo siento. Ella reaccionó, me sonrió me puso cara de picarona y me dijo: – Si, todo, hasta lo que no puedes imaginarte.
Y ahí empezó todo…
-Yo tengo mucha imaginación. Y muchas fantasias!…- Contesté
Y durante un buen rato estuvimos intercambiando pullitas, sonrisas, miradas, todo con segundas.
En un momento dado, justo cuando llevavamos un rato sin hablar, inmersos cada uno en su ordenador y en el trabajo.
Ella separó su silla de la mesa y se remangó un poco la falda. Estaba absorta Intentando desliar algún follón laboral con la mirada perdida en el mail.
Yo, sentado en mi mesa, en su diagonal y mirando hacia ella pude ver como abría ligeramente las piernas.
Y me quedé embobado, fantaseando con sus piernas y su posición.
Y me pilló de marrón. Embobado.
Me miró fijamente y yo no le retiré la mirada y con un gesto, tirándose hacia atrás, y bajando la silla de oficina con la palanca, me invitó a entrar sin mediar palabra.

Si lo llego a pensar, no lo hago. Pero lo vi tan claro que no lo dudé.

Me levanté, me puse frente a ella y sin dejar de mirarla a los ojos me arrodillé. Mis manos se posaron en sus piernas y poco a poco fui deslizando mis dedos a lo largo de la parte exterior de sus muslos, buscando sus caderas.
De este modo mi cabeza se fue introduciendo entre sus piernas, mientras iba rozando mis mejillas, mis labios y la punta de mi lengua por el interior de sus piernas… Notaba como a cada roce, la piel se erizaba, la espalda se tensaba y las piernas se abrian para facilitarme el paso.
El calor era cada vez mas intenso. El sudor me bajaba por la espalda.
Hasta que me topé con sus bragas. Olian a limpio, a detergente que se mezclaba con el olor a sus flujos que humedecía la fina tela. Unas braguitas de color claro, con una tela muy fina, como de gasa, que empecé a rozar muy suavemente.
Con la punta de mi lengua podía recorrer y adivinar cada pliegue de sus labios externos y en eso me concentré. No dejé ni un milimetro por rozar, mordisquear, lamer… Por el interior y por el exterior de sus labios, de arriba a abajo.
A estas alturas, las bragas eran un mar de flujo y sudor. Mi polla me pedia paso a través de los tejanos. Me iba a estallar el rabo. Que morbazo, mi fantasía haciéndose realidad.
Podía notar su clitoris, a través de la tela, bien erecto, lo estuve masajeando muy suavemente unos segundos, y con mis manos en sus caderas le estiré de las bragas hacia abajo, quedando su coñito depilado a mi merced.
Espectacular, observarlo palpitante y húmedo. Hacía rato que no había marcha atrás.
Ella ya se había quitado los sujetadores y se habia dejado la camisa por encima.
Hundí mi cara entre sus piernas y la obsequié con unos lentos y pofundos lametones del ojete hasta el clítoris. Me acomodé en el suelo y me coloqué de tal forma en la que mi cabeza llegaba comodamente a su coño y mis manos a sus tetas. Buffff que tetas. La imagen era morbosísima. No me corrí de milagro, sin tocarme..
Me encanta sentir la cara mojada de flujos, notar su calor en mi boca mordisqueando y succionando muy suavemente sus labios interiores y exteriores. Sus respiraciones profundas y sus gemidos sordos que intentaba apagar para no llamar la atención.

A estas alturas me cogia por el pelo y me masajeaba la cabeza y la nuca con sus uñas perfectamente pintadas de rojo. Me apretaba hacia su coño y movía sus caderas al ritmo que ella necesitaba.
En una de esos movimientos, apoyó sus piernas en la mesa y noté como empezaba a correrse.
Seguí con mis movimientos sin perder el ritmo y dejé que ella dominara la situación hasta que noté como se dejaba ir, gimió larga y profundamente, arqueó la espalda y se relajó. Se había corrido.
Y para mi fue como tocar el cielo. Casi me corro con ella. Sintiendo sus espasmos, gemidos y acariciandole las tetas. Continué acariciando y besando sus labios exteriores y sus ingles. Pasaba mis uñas por la espalda y por sus tetas.
Finalmente, apoyé la cabeza entre sus muslos y estuvimos unos minutos recuperando el aliento mientras asimilaba lo que acababa de pasar.
Le habia comido el coño a mi jefa. ¿Y ahora que?.

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