La terapia de Camila
Mi amiga Camila me llamó esa tarde para preguntarme si al día siguiente yo podía acompañarla a su sesión de terapia.
No sabía que estaba consultando un psicólogo; pero le dije que iría encantada.
La tarde siguiente, durante el viaje al consultorio, Camila me explicó algunos detalles. Era una terapia destinada a mejorar la relación con su esposo David. Le habían recomendado que asistiera con un acompañante, pero David ya había dejado de ir con ella.
Me aclaró que el acompañante no entraba a la misma sala; sino que se acomodaba en una habitación contigua y desde allí podía observar el desarrollo de la sesión a través de un cristal espejo de doble faz, sin que el paciente o el te****uta supieran de su presencia.
Toda la explicación me pareció un poco extraña, pero no le dije nada a mi amiga, ya que ella estaba feliz con mi compañía…
Al llegar nos recibió una elegante y bonita enfermera, que nos hizo pasar a una sala de espera. Allí Camila me explicó que los te****utas eran siempre distintos y se los presentaban unos minutos antes de iniciar la sesión.
Unos minutos más tarde, la enfermera regresó acompañada por un hombre calvo de un cuerpo gigantesco, que sonrió ampliamente al ser presentado. Ese hombre iba a ser el te****uta de Camila. Al recorrer con mis ojos su voluminoso cuerpo, se me ocurrió pensar en el tamaño de su verga y eso hizo titilar mi concha; pero enseguida se me pasó…
Camila parecía encantada con ese tipo enorme.
La enfermera me indicó pasar a una habitación bien iluminada, donde había un amplio sillón muy confortable frente a un cristal, por donde podía verse todo el interior de la habitación contigua.
Allí adentro había una cama con barrotes de hierro, una mesa bien maciza, una especie de potro de madera, varios ganchos de acero colgando del techo y una colección de fustas y látigos colocados en las paredes…
Me senté a esperar allí…
De repente se abrió la puerta de esa habitación y Camila entró seguida por el gigante calvo. Apenas traspasaron el umbral, el tipo le ladró:
“Desnudate, puta… que sea rápido o te arranco la ropa a jirones…”
Camila obedeció sin dudarlo, pero cuando intentaba bajarse la tanga, el gigante se acercó y le colocó esposas, sujetando sus brazos a la espalda.
“Te dije que lo hicieras rápido, puta…”
A continuación, colgó a mi amiga de uno de los ganchos del techo por las esposas, obligándola a dejar su culo más expuesto. Le introdujo una mordaza en la boca y sujetó una barra metálica entre sus tobillos, que le impedía cerrar las piernas.
Comenzó a manosearla sin que ella pudiera evitarlo. Le apretó las tetas y se entretuvo hurgándole la concha con sus dedos, hasta que finalmente le arrancó la tanga de un tirón.
Pude ver que la mordaza era una bola de goma que mantenía la boca de Camila abierta, permitiéndole respirar entre los dientes.
Le dio varias palmadas en los cachetes de su redondo culo, hasta dejarlos al rojo. Ella lloraba y gemía con cada golpe de esa pesada mano…
Después se paró frente a ella y le retorció los pezones hasta hacerlos endurecer. Le azotó las tetas hasta ponerlas también rojas.
Los ojos de Camila ahora estaban llenos de lágrimas; pero me daba la impresión de que ella lo estaba disfrutando tanto como su te****uta…
De repente el tipo se dirigió a la pared y seleccionó un pequeño látigo con finas tiras de cuero. Regresó junto a mi amiga y comenzó a azotar su culo sin misericordia alguna. Ella estaba de frente al espejo; asía que yo podía ver sus expresiones mientras el calvo la azotaba. Antes del quinto golpe comenzó a lloriquear; era evidente que le dolía mucho y quería que detuviera ese feroz castigo…
El hombre por toda respuesta, hizo girar su cuerpo colgante y entonces pude apreciar las marcas moradas que le había dejado en la piel del culo. Al mismo tiempo noté un brillo en su entrepierna; señal de que eso la estaba excitando y se había humedecido mientras la azotaban…
Después de darle otra buena tanda de golpes y azotes, el hombre bajó a Camila del gancho y la dejó tirada en el piso, sin quitarle la mordaza, las esposas ni la barra de los tobillos.
Mientras ella recuperaba la respiración, él devolvió el látigo a su lugar y tomó un enorme consolador y embebió la punta en un líquido lubricante.
Luego lo apoyó entre los labios vaginales de Camila, que seguía boca abajo en el suelo y de repente se lo metió entero por la concha, en un solo envión, provocando que mi amiga aullara de dolor…
Luego comenzó a mover ese juguete, cogiéndole la delicada concha a Camila, que no podía dejar de aullar y gritar. El hijo de puta lo hacía de una manera rápida y profunda, de vez en cuando lo sacaba por completo y volvía a empezar…
Mi amiga comenzó a temblar presintiendo un orgasmo; pero entonces el calvo le quitó el consolador, esperando a que ella se calmara. Repitió la operación varias veces, siempre dejándola a ella al borde de acabar.
Finalmente Camila no pudo aguantar más y comenzó a llorar, sintiendo la frustración de sentir su concha vacía cada vez que estaba por alcanzar el clímax…
El hombre sonrió al sacar ese aparato por última vez.
Le retiró la mordaza de goma, preguntándole:
“Algo que decir, puta…?”
Ella comenzó a lloriquear, diciendo:
“Quiero agradecerle la paciencia que tiene conmigo…”
“Qué estás esperando para demostrarlo, perra…?”
Entonces mi amiga se arrodilló rápidamente a los pies de su te****uta y empezó a lamerle las botas. El tipo se sentó en una silla y dejó que Camila siguiera en el piso, mientras él le acariciaba suavemente el culo colorado.
“Es suficiente, perra… ahora boca arriba y con las piernas en alto…”
Ella obedeció sin chistar. Enseguida el calvo sujetó la barra metálica y colgó a Camila cabeza abajo.
Sus finos cabellos dorados rozaban apenas el suelo y su entrepierna quedaba a una altura ideal para que ese hombre hiciera con ella lo que se le antojase…
Enseguida echó ese gel lubricante en el culo de Camila y pronto tuvo tres dedos insertados en el ano de mi amiga. Después sustituyó sus dedos por un grueso dispositivo anal, para mantenerle la entrada bien dilatada…
Acto seguido se desabrochó los pantalones y sacó una verga de gran tamaño. Tomó la cabeza de Camila por los cabellos y le metió esa pija enorme en la boca a mi amiga; todo lo profundo que pudo.
Ella claramente no podía respirar, pero al tipo no le importaba. Sacaba su tiesa verga dándole el tiempo justo a Camila para poder tomar una bocanada de aire y luego volvía a metérsela hasta el fondo de la garganta.
Cuando se cansó de cogerle la boca, el te****uta se dirigió a un teléfono en la pared y pidió que viniera su asistente…
Mientras tanto, bajó a Camila y la colocó boca abajo en esa especie de potro, volviendo a amarrar sus manos a la espalda otra vez. Luego le pasó una correa de cuero por la cintura y la inmovilizó con eso; dejando el trasero de Camila totalmente expuesto y a la altura de su verga…
Justo al terminar entró otro hombre que comenzó a desnudarse sin decir una sola palabra. El asistente era un hombre negro, con un cuerpo enorme y una pija oscura y erecta mucho más grande que la de su colega…
Se dirigió directamente entre los muslos abiertos de Camila; la aferró por las caderas y de repente se hundió en ella, provocándole un alarido de dolor al sentir esa enorme verga negra abriéndose paso en su vientre…
El te****uta mientras tanto, tomó a mi amiga por los cabellos y volvió a hundirle su pija en la boca, haciendo que Camila dejara de gritar con los embates violentos que le daba el negro desde atrás.
Antes de acabar, ambos cambiaron posiciones; pero esta vez el te****uta comenzó a sodomizar a Camila; de manera brusca y agresiva, mientras ella trataba de buscar aire y gritar cuando el negro se lo permitía, al retirar su gruesa verga oscura de la delicada boca de mi amiga.
Camila pronto comenzó a tener múltiples orgasmos, ya que todo el tiempo una verga estaba dentro de su vagina o su ano. No dejaba de gritar y jadear, pidiendo más y más a sus te****utas…
Ambos hombres terminaron eyaculando dentro del cuerpo de Camila; que estaba casi desmayada. Sacaron sus vergas chorreantes, se vistieron y salieron de la habitación dejando a mi amiga acostada boca abajo sobre el potro, completamente desnuda, todavía amarrada y con todo su hermoso cuerpo salpicado de semen, saliva y sus propios fluidos.
Unos segundos después entró una enfermera que desató a Camila; la recostó en una camilla portátil y la sacó de la habitación.
Un rato más tarde vinieron a buscarme, para decirme que mi amiga estaba en la sala de recuperación.
Encontré a Camila acostada en una cama de sábanas impecablemente inmaculadas. Su bonito rostro denotaba mucho cansancio.
“No es demasiado agresiva esta terapia…?” Le pregunté, algo preocupada.
“Para nada, Anita… deberías ver cuando son tres te****utas african