Helena y su entrenadora personall

Helena y su entrenadora personall
Helena y su entrenadora personal

Helena me insistía en que debía acompañarla al gimnasio, diciendo que sería bueno para la mente y el espíritu: “además mi entrenadora personal es una negrita muy caliente”.

Un sábado por la mañana finamente me decidí a ir, un poco de movimiento no me haría nada mal. Me enfundé unas ajustadas calzas de lycra que resaltaban muy bien mi cola y me encontré con Helena puntualmente a la entrada del gimnasio.

Mi amiga tenía razón, la entrenadora personal era una nena bastante interesante. Había venido desde República Dominicana, era de raza negra, con perfectas curvas por donde se la mirara, una sensualidad increíble a flor de piel, un cuerpo escultural naturalmente torneado, una mirada profunda, hermosa y… a todas luces, ultra lesbiana.

Nos saludamos con sendos besos en las mejillas y comenzamos la clase. Por supuesto la falta de entrenamiento me jugó en contra, en apenas quince minutos ya no podía más. Inventé como excusa que ya estaba agotada y me senté en un costado. No podía dejar de mirar los movimientos de la negrita, demasiada sensualidad en una sola mujer. Tatiana era su nombre, que coincidía con toda esa sensualidad.

Ella por supuesto también notó que yo no le sacaba la mirada de encima, así que comenzó a sonreírme con cierto disimulo. Helena mientras seguía la clase sin cansarse, guiñándome un ojo como diciendo “te gusta, no me equivoqué”.

Cuando por fin terminó la clase fuimos al bar con Helena para hidratarnos con algo fresco. Enseguida llegó Tatiana y nos pusimos a conversar. Su dulce acento ya comenzaba a excitarme cada vez más. Mi amiga de repente se levantó de la mesa y anunció que iba a darse una ducha, así que decidí acompañarla para hacer lo mismo.

Cuando estaba enjabonada bajo la lluvia sentí que unas suaves manos me acariciaban desde atrás, subiendo por mis caderas hasta aferrar mis tetas, comenzando a jugar con mis pezones ya bien erectos. Yo seguía con los ojos cerrados, disfrutando ese contacto de mi piel contra ese cuerpo desnudo, agradeciendo que Helena estuviera tan caliente y cariñosa.

Pero entonces pude oír a mi amiga desde lejos, bajo otra regadera, preguntando algo. Abrí los ojos y encontré que esas manos que me estaban acariciando tan bien eran bastante más oscuras que las de Helenita, así que giré mi cuerpo y me encontré con Tatiana, que me comió la boca antes de que pudiera articular una palabra. Comencé a retribuirle sus caricias, disfrutando centímetro a centímetro esa sedosa piel negra, mientras nuestras bocas seguían fusionadas en un beso de lengua interminable.

Nos interrumpió la suave voz de Helena, que entró a nuestra regadera pidiendo que no la olvidáramos afuera. Las tres nos acariciamos y besamos un largo rato, hasta que decidimos salir de allí. Tatiana cerró con llave la entrada al vestuario y dijo que podíamos dedicarnos a pasar un buen rato sin que nadie nos m*****ara.

Helena trajo de su bolso su vibrador preferido y Tatiana se acostó sobre un largo banco, abriendo ampliamente sus torneadas piernas, dejando ver una hermosa concha con los labios mayores bien oscuros, algo realmente excitante. Mi amiga no perdió tiempo y le enterró el aparato hasta el fondo, mientras yo lamía sus redondeadas tetas y mordisqueaba sus endurecidos pezones. La morocha alcanzó a gemir por la sorpresa de la intrusión algo repentina, pero enseguida comenzó a suspirar muy suavemente, mientras Helena le acariciaba el clítoris con la yema de sus expertos dedos, sin dejar de meter y sacar ese duro consolador de su cuerpo. Luego comenzó a lamerle los labios mayores también. El estímulo de mis besos en sus tetas también ayudó bastante, ya que en pocos minutos Tatiana se retorció de placer y levantó sus caderas al encuentro de la boca de Helena, jadeando y gritando con fuerza, hasta acabar en un prolongado y muy intenso orgasmo.

La dejamos descansar un poco para que se recuperara y Helena anunció que era su turno, ubicándose boca abajo sobre el banco, su hermosa y firme cola bien levantada, las piernas cerradas como si quisiera proteger su tesoro. Me senté detrás de ella y comencé a pasar mi lengua por su culo, escuchando como gemía de placer. Tatiana se ubicó frente a ella y la besó largamente, mientras le acariciaba suavemente esas perfectas tetas que tanto me gustan.

Helena acabó todavía más rápido, al sentir que mi lengua se adentraba en su concha a través de sus piernas bien cerradas. Dejó escapar un suave gemido y comenzó a temblar durante un buen rato, mientras la negrita trataba de comerle la boca.

Al final me tocó a mí. Pero fue muy rápido, estaba tan caliente que apenas me tocaron entre las dos comencé a jadear y gemir como una perra en celo. Acabé en menos de dos minutos, mientras Tatiana me chupaba la concha y Helena jugaba con mis pezones. Luego me dieron vuelta y estando boca abajo me metieron el consolador en la cola hasta que me hicieron acabar otra vez.

Volvimos a las duchas las tres juntas, prometiendo encontrarnos en otra ocasión que no fuera dentro del gimnasio…

Bir yanıt yazın

E-posta adresiniz yayınlanmayacak. Gerekli alanlar * ile işaretlenmişlerdir