En el baño de un restaurante
En el baño del restaurante
Un viernes mi adorado Víctor llamó desde su oficina, proponiendo llevarme a cenar afuera. Acepté encantada y me dispuse a salir a comprar un vestido nuevo para estrenar esa noche.
Me acompañó Helena a recorrer varias tiendas. En una de ellas nos encerramos en el probador y apenas me desnudé para probarme una tanga negra, Helena se abalanzó sobre mi cuerpo y me comió la concha como jamás nadie lo había hecho. Me dejó loca.
Quise hacer lo mismo con ella para retribuirle el favor, pero me detuvo diciendo que la noche anterior había salido de levante y conseguido llevarse a su cama un negro africano, que le dejó la concha en llamas y muy dolorida, pero además muy satisfecha con siete orgasmos a través de toda la noche…
Finalmente compré un vestido negro bien ajustado y corto, una tanga tipo hilo dental negra y medias de nylon haciendo juego con la lencería.
Después de despedirme de Helena, subí a mi departamento a ducharme y prepárame para recibir a Víctor.
Cuando llegó mi adorado esposo, se quedó con la boca abierta. Comenzó a acariciar mi cola y mis tetas, para terminar hundiendo sus dedos en mi vagina empapada. Yo estaba muy caliente y quería que Víctor me cogiera ahí mismo en el piso, sin quitarme el vestido, pero él entonces siguió adelante con la propuesta original de salir a cenar y luego tener una “noche especial”
Al llegar al restaurante nos sentamos en una mesa reservada. Frente a nosotros había una pareja. El hombre era algo mayor, rondando casi los sesenta años; su esposa era un poco más joven y bastante atractiva.
El tipo estaba de frente y no dejaba de mirarme; disimulando frente a su esposa.
Durante la cena Víctor no dejó de acariciarme las piernas por debajo de la mesa, diciéndome que cuando regresáramos a casa, me iba a dejar de cama… Yo realmente estaba muy caliente…
Apenas terminamos el plato principal me levanté de la mesa, diciéndole a Víctor que necesitaba ir al baño. Me sentía muy mojada con la excitación.
Cuando estaba por entrar al baño de damas, una mano me aferró el brazo. Era el viejo de la mesa vecina…
Me apretó contra una pared, diciéndome al oído que esa noche estaba muy cogible, al tiempo que pasaba su lengua por mi cuello. Pude sentir un par de dedos frotando mis labios vaginales a través de mi diminuta tanga.
Me tomó de una mano y me arrastró al baño de hombres.
Yo estaba muda, con una mezcla de miedo y excitación que me humedecía más y más todavía. Ahora podía sentir mis flujos ya deslizándose por mis muslos… No pude ofrecer ninguna resistencia…
Me encerró con él en una de las pequeñas cabinas y levantó mi ceñido vestido hasta mi cintura, arrancándome el hilo dental de un tirón.
Me hizo agachar frente a él y sacó su verga erecta del pantalón.
Abrí mi boca y comencé a chupársela con desesperación, mientras bajaba mi mano y me metía un par de dedos en la concha.
De repente me quedé paralizada: Había reconocido el carraspeo de Víctor. Mi esposo estaba allí afuera de la cabina; aunque después me tranquilicé un poco, ya que ni el viejo ni yo estábamos haciendo ningún sonido…
El hombre de repente me levantó y me hizo girar para darle la espalda.
Me dijo que su esposa era demasiado conservadora y que jamás le había entregado la cola.
Quise protestar y resistirme; pero el viejo estiró su pesada mano sobre mi cabeza; me aferró por los cabellos y me inmovilizó, haciéndome apoyar mis manos contra la pared…
Sentí que se inclinaba y comenzaba a pasar su lengua sobre mi entrada trasera, tratando de lubricarla. Enseguida se enderezó y entonces un dolor punzante me indicó que estaba invadiendo mi culo con su gruesa verga.
Abrí mi boca para aullar de dolor, pero el hombre estiró su mano libre y amordazó mi boca, evitando que otros hombres en el baño pudieran oírme.
Realmente me dolía y mucho; el viejo tenía una verga muy gruesa…
Cuando sintió que me la había metido toda entera, se quedó unos segundos quieto y luego comenzó a bombearme cada vez más rápido, con una tremenda energía, casi con desesperación…
En un momento se calmó y disminuyó el ritmo, hasta casi quedarse quieto dentro de mi ano. No aguanté más y le grité como una loca que me rompiera el culo, que no me tuviera compasión…
El viejo redobló entonces sus embates y un par de minutos después acabó llenándome el ano con su leche hirviente.
En ese momento volví a oír el carraspeo y también la voz de mi esposo dentro del baño. El viejo también lo notó y el muy hijo de puta entreabrió la puerta de la cabina.
Pude ver a Víctor lavándose las manos frente al espejo. Justo giró su cabeza, pero yo alcancé a cerrar la puerta antes de que me viera…
La excitación de verme casi descubierta por mi esposo me provocó una tremenda excitación y entonces tuve un intenso orgasmo silencioso, mientras mi cuerpo temblaba y se sacudía con esa verga del viejo todavía enterrada en el fondo de mi ano.
Cuando Víctor salió, el viejo largó una carcajada, diciendo que yo era una puta cualquiera, que me excitaba pensando que podría ser descubierta por mi esposo, con la verga de un desconocido empalada en mi culo…
Podía sentir la verga del viejo todavía bastante dura; así que el hijo de puta volvió a aferrar mis caderas y se hundió nuevamente, provocándome otro orgasmo antes de que él también volviera a descargarse otra vez.
Cuando terminó, me sacó su pija muy despacio y se acomodó sus ropas, para dejarme ahí apoyada contra la pared, con mi culo rebosante de semen
Cuando regresé a nuestra mesa, el viejo estaba ahí conversando con su atractiva esposa, como si nada hubiera pasado…
Podía sentir su semen deslizándose entre mis muslos…
Víctor comentó que había ido al baño y allí le pareció escuchar ciertos sonidos que le indicaban cierta actividad sexual, como si alguien estuviera sodomizando a una mujer…
Yo era capaz de reconocer el carraspeo de mi esposo; pero para mi suerte, él no podía distinguir mis jadeos y gemidos cuando me rompían el culo…